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La Atención Temprana es una disciplina cada vez más conocida y relevante en nuestra sociedad; sin embargo, ¿tenemos claro en qué consiste?
Los equipos de Atención Temprana están compuestos por profesionales de diferentes ámbitos (sanitario, educativo y social), todos ellos con el objetivo de detectar, prevenir e intervenir posibles problemas en el desarrollo (retrasos en el desarrollo, alteraciones en el lenguaje, en la comunicación y relación, en la cognición, etc.). Éstos se centran en la población infantil de 0 a 6 años, pero su trabajo va más allá del niño, pues los profesionales de la Atención Temprana tratan de cubrir todas las necesidades (transitorias o permanentes) del menor, orientando y apoyando también a su entorno, además de a sus familiares.
Para ello, la Atención Temprana en Andalucía cuenta con Unidades de Atención Infantil Temprana, Equipos Provinciales, Centros de Atención Infantil Temprana, un Consejo específico y una Comisión Técnica. Así, el trabajo coordinado de todos estos organismos pretende garantizar el buen funcionamiento de una Atención Temprana de calidad y accesible a todos.
¿Cuál es el proceso hasta llegar a un centro de atención infantil temprana?
Los niños llegan a los Centros de Atención Infantil Temprana (CAIT) gracias a la detección de alteraciones en el desarrollo de los padres o de los equipos sanitarios, educativos o sociales. Una vez identificada la existencia de posibles problemas en el desarrollo o riesgo de padecerlas, son los pediatras los encargados de derivar al menor a la Unidad de Atención Infantil Temprana (UAIT), quienes realizan una primera valoración del niño y deciden la idoneidad de la intervención.
Una de las grandes preguntas que las familias se pueden plantear es “¿en qué me fijo para detectar?”. Los signos de alarma pueden variar en función de la edad y, que surja alguno, no implica de forma directa la presencia de una problemática concreta. Algunos de los más importantes tras los dos años pueden ser:
0-1 AÑOS
- No mira al adulto.
- No sigue la trayectoria de un objeto.
- No sostiene un sonajero.
- No muestra sonrisa social.
- No emite vocalizaciones, ni sonidos guturales.
- No dirige la mirada hacia los sonidos.
- No presta atención a un sonido continuo.
- No tiene control cefálico.
- No tiende la mano hacia un objeto.
- No se gira sobre sí mismo.
- No sostienen un objeto en cada mano o no lo cambia de una a otra.
- No se mantiene sentada sin apoyo.
- No extiende los brazos para obtener un juguete.
- No responde a su nombre.
- No participa en juegos como “cucú” o “el escondite”.
1-2 AÑOS
- No se mantiene de pie con apoyo.
- No busca un objeto desaparecido.
- No señala personas u objetos familiares cuando se le nombran.
- No imita sonidos.
- No realiza peticiones, ni con gestos, ni con sonidos.
- No asocia palabras con acciones y objetos.
- No une dos palabras o no usa más de dos palabras.
- No sigue órdenes sencillas.
- No se relaciona con sus compañeros o niños de su edad.
- No imita a otro niño.
- No coge objetos con varios dedos en oposición al pulgar.
- No garabatea.
- No bebe solo.
- No se quita una prenda de vestir.
- No empuja la pelota con los pies.
- No sube escaleras con ayuda.
2-3 AÑOS
- No corre.
- No muestra una marcha estable.
- No baja las escaleras sin ayuda.
- No ejecuta órdenes recurrentes.
- No abre la puerta.
- No salta.
- No anda esquivando objetos.
- No se pone una prenda de vestir.
- No utiliza su nombre.
- No asocia dos palabras.
- No sabe cómo se llaman sus familiares directos (padres y hermanos).
- No le interesa jugar con otros niños.
- No indica la necesidad de ir al lavabo.
3-4 AÑOS
- No escoge a sus amigos.
- No se abrocha uno o dos botones.
- No duerme sin mojar la cama.
- No corta con tijeras.
- No copia un triángulo.
- No sigue órdenes que implican dos acciones.
- No emplea el plural.
- No elabora. frases de 5 a 6 elementos.
- No diferencia entre grande y pequeño.
- No agrupa objetos por colores.
Una vez finalizada la primera fase de atención especializada y, en caso de requerirlo, tras haber confirmado la necesidad de tratamiento en Atención Temprana, dicha unidad deriva el caso al CAIT que corresponda. Allí, el equipo de profesionales – habitualmente, constituido por psicólogos, logopedas, terapeutas ocupacionales, fisioterapias, etc. – se encarga de proporcionar una intervención planificada, multidisciplinar e interdisciplinar o transdisciplinar, considerando siempre la globalidad del menor, el apoyo y asesoramiento familiar y del entorno del niño.
¿Cuál es el papel de la familia?
La familia cobra un papel muy relevante en el desarrollo global del niño y, por ende, en el tratamiento de sus hijos en Atención Temprana. Su implicación permite potenciar al máximo las capacidades del menor, creando contextos óptimos para que el niño interactúe, en base a objetivos funcionales.
Por tanto, una familia implicada y bien asesorada aumenta el número de oportunidades de aprendizaje del niño, convirtiéndose en un factor esencial en el tratamiento del menor en Atención Temprana.
En resumen, en el caso de menores diagnosticados finalmente con algún tipo de Trastorno en el Desarrollo, la detección e intervención temprana permitirá prevenir síntomas secundarios derivadas de dichas alteraciones y reducir sus efectos. Todo ello, llevándonos a considerar la Atención Temprana como una prestación claramente recomendable.